
Una de las cosas más tristes que le pueden pasar a una persona es tener que desacostumbrarse abruptamente a una anatomia distinta, tener que olvidar la forma de una cintura, de unas caderas... tener que dejar de necesitar besos y caricias. Cuandó entré en mi habitación ya solo quedaba sonando el bolero, ya la pequeña cama de bronce se sentia inconmesurablemnte fria, nostalgica y casi enlutecida por una silueta que no se dibujaría más sobre sus sabanas.
No habia ya mucho que hacer... esa noche ventosa y fría de verano miraba la bohemia del santiago caliente bajo sus pies desde un mirador del Santa Lucía y pensaba en todas esas cosas que uno siempre piensa cuando está solo y fumando. Tan poco que hacer, las decisiones tristes son siempre unilaterales.
Camino a mi casa no encontré ninguna razón por la cual continuar, conocía muchos lugares y muchas personas, pero ¿de qué sirvió cuando estube solo?... todos se van alguna vez, no importan las promesas ni los juramentos. no Habia anda más que hacer. Entré y toqué la puerta del 404.
-Muerte segura.
Toc, toc
-Te estaba esperando.
-Yo lo hacia hace días, nena...
-Entonces no hables.
Una vez más me calló, me interrumpió la vida misma como si me diera un beso justo cuando le iba a decir que se fuera... ella era mi única compañía, mi única soledad, la chica del 404 sabia que siempre volvería a ella y que no importaba que sucediera.. ella siempre iba a volver a mi.Esa noche solo sonó "Stardust" que recuerde, creo que la versión de Coltrane.
Salí al otro día... la ciudad solitaria sin razón, sin cuerpo... el alma sin aliento y las letras de inentendibles cuentos me llenaban el alma... habia regresado a mi vida... a mis tristezas santiaguinas, a mis días de caminar solo.
(Santiago, Verano de 1960)
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