miércoles, 24 de marzo de 2010

Paráfrasis a la Pena #1


Los días lluviosos aún no llegaban y eso desesperaba mi conciencia vana. La necesitaba, necesitaba esa hermosura que había vivido meses antes (el inverno pasado) de días frios, grises y de su mano… mis lustrosos zapatos, que antes parecían refulgir junto a los tacones de ella, terminaron por convertirse en un triste harapo… Barrio Franklin no era lo mismo hace casi 2 meses, pero hace 2 semanas todo había muerto. Caminar por la ciudad tan llena de gente me hacia sentirme extremadamente solo.

Extrañaba de inusual forma la manera en que su cuerpo se contorneaba armonioso en la pequeña cama de bronce mientras de fondo se podía escuchar algún nuevo disco barato de jazz para trasnochar… las palabras, los gemidos. Sus caderas punzantes, su cintura estrecha, sus muslos firmes… debería empezar a olvidar como mi lengua se revoloteaba en su pubis … si no, había posibilidades de muerte… pero ¿que importa? ya lo he estado antes y al final… no, al final nada. Estar muerto es lo peor.

martes, 23 de marzo de 2010

Pena #1


Rosita había sido una masoquista con Bogart (era descendiente de una familia inglesa que se empobreció al llegar a Santiago en los 40), qué importaba lo que él había hecho cuando si ella lo estaba obligando, el solo quería estar con ella, solo la amaba a ella, solo tenía ojos, botas, dinero, regalos, guitarra y azul para ella... qué importaba todo el resto si a esta altura igual quería estar con él?... si seguía persiguiéndolo después incluso de su propia muerte... El señor Bogart solo la amo pero las incertidumbres y ansias masoquistas (en el plano sentimental de pareja) de Rosita eran más fuertes que todo?...

Había dos opciones, irse, olvidar y rehacer todo... reescribir con el codo lo que había sido borrado con la mano después de haber sido escrito con el codo antes. O bien, dejar que el otoño y sus hojas amarillas y café sobre el adoquín de barrio Franklin haga el trabajo sucio del olvido y el desinterés... Rosita después de todo había hecho que El señor Bogart (al que ahora llamaremos simplemente Víctor, por Víctor Hugo que era su nombre) haya sentido después un desinterés horrible, que le calaba los huesos de dolor pero que no podía evitar...

-Si me quieres, que importa el resto, que me importa a mi tu resto?

Es más fácil ser masoquista y volver a volver, volver a querer escuchar mentiras, volver a fabricar satanizaciones innecesarias, volver a matar cosas que ya estaban muertas...

-A mi tampoco me importa el resto, aunque sepa-crea-vea-hayavisto-piense cosas, no las tomo en cuenta ni realmente las creo.

Víctor quería solo estar con ella, el resto fueron las malditas circunstancias, el maldito egoísmo y el maldito y funesto verano...

(En un bar con un contrabajista)

-Estoy seguro que el invierno me traerá algo de felicidad, me limpiará o al menos me mantendrá frió y quieto, que es una necesidad del alma, la quietud.
-Si, definitivamente creo lo mismo, yo ando en las mismas... espero con ansias este nuevo invierno, por ahora, dejemos que las hojas sobre el adoquín hagan su labor.

Víctor era un sentimental pero más frio (o inteligente emocionalmente) que su interlocutor, así que eso hizo... caminó por San Ignacio y el Parque Cousiño viendo como los arboles ya se dejaban secar por la época... tendría tiempo para observar y eso quería hacer... podría haberle regalado algo de su calma su nuevo amigo, pero como eso no se puede hacer (así como forzar o rogar a Rosita) el pobre músico quedó bebiendo otra trago más... camino a su casa, lo asaltaron. Estubo en cama un tiempo (él no tenía concepción de tiempo desde que perdió a Antonella, además no abría las tapas de ventanas por lo que no sabia si era de día o de noche), Carolina lo cuidó lo mejor que pudo... lástima que ella nunca fuera suficiente... era lo mismo que si no estuviese con nadie, escuchó interminablemente discos de boleros y valses; doctos y populares. en realidad pareciera que hubiera muerto... que importaría ahora si nunca más nadie sabía de él?...

Santiago, comienzos de otoño de 1960.

lunes, 22 de marzo de 2010

Despedidas




Es iluso pensar que las despedidas no pueden ser tristes... una trás otra se tornan más profundas y pesarosas a pesar de que las épocas de maduréz vallan aumentando, imagino yo, que por lo mismo... poruqe cuando se ama con maduréz se sufre con madurez. No se puede prolongar lo inevitable y es algo que he sabido desde siempre.

-Soy un terco.

Me acomodo el jopo, me marco las patillas con la navaja... una véz Antonella me dijo que el mundo me esperaba con el jopo hecho y botas lustradas, le hice caso y salí a caminar... no sucedió nada, como siempre... solo sentir la soledad bajo mis zapatos que extrañaban inconmesurablemente sus tacones. Así al final empezaron a transcurrir días... por suerte el otoño siempre lo tranquiliza un poco. Cuando uno se empieza a sentir desinteresado también es un buen momento. Espero que llegue pronto esa parte.

Al otro día después del insomio horrible de llantos y libros sobre la revolución rusa, salgo a caminar deneuvo por las calles... cada vez más llenas de Santiago, me vuelvo a pasear por lo lugares sangrados, solo, con las manos en los bolsillos la chaqueta (cuando se hace tarde aprieto la corta pluma)escucho jazz en mi mente y tarareo interminablemente Solar que por alguna extraña razón me provocaba en esos días (y desde que la escuché por primera vez) una angustia terrible... como de caminar solo borrando recuerdos. Para mi máxima tristeza la vida sigue... hay que huir, santiago es maravilloso si hay con quien recorrerlo... solo es maravilloso si tiene ganas de recorrerlo... yo ya ni siquiera tenía ganas de vivir...

Algo bueno tenía todo esto, estaba empezando el otoño... algo me depararía, bueno, malo, "as", "tonto", quién sabe... el año pasado ni sus dormires ni sus despertares me podian devolver la lucidez que venia perdiendo desde la adolescencia, hoy... además de eso, seguirá quitandomela, me senté en una banca fumar un cigarro, seguí tararenado Solar... me corrió una lagrima... no lo pude aguantar.

Santiago, Marzo de 1960.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Santiago Blues #4


Había amado tanto a Rosita que nunca pensó en que las promsas serían rotas, falsas. Su vida siempre había transcurrido en un ir y venir de frustraciones y al final sabía que siempre sería así... Volverían los días de ir a escuchar jazz a los antros, siempre iba a ver un grupo y le llamaba mucho la atención de un contrabajista que veía cada vez que ib a cierto club. Era un hombre de semblante muy triste y veía en su forma de tocar una expresividad, que a pesar de ser usual en los músicos, era algo diferente... él irradiaba la tristeza por todos sus poros.

Un día después de la catástrofe salió a caminar por un enrarecido Santiago a saborear las frustraciones de las que había sustentado una vida entera, cuando se le hizo tarde escuchó un piano en un bar y decidió entrar... Para su sorpresa en la barra estaba sentado tomando cerveza ese contrabajista que siempre veía en los clubes.

-Disculpa siempre te veo tocar, me gusta mucho el jazz, dejame invitarte a una cerveza.

-... bueno, no deberia haber problema... un gusto.

Conversaron bastante durante esa noche, y luego fumaron un poco de marihuana que tenía el que habia invitado... se contaron varias penas. Él se contentaba con ir a los conciertos porque cuando aún era un estudiante tuvo problemas en sus tendones y no pudo tocar nunca más. Por alguna extraña razón se entendieron muy bien al conversar y concordaron con muchas historias. fué extraño que se conocieran en una situación tan espontanea... uno ahogaba las penas en un bar... el otro entró a lo mismo...

-Quizá este séa el comienzo de una gran amistad...

- Ya lo creo, hombre, ya lo creo...

(En el dado vió un "tonto" cuando entró en su casa)


Santiago, inconcluso verano de 1960.

lunes, 8 de marzo de 2010

Desesperación.


Como todos los días estaba esperando que la vida me transcurriera en un santiamén, el verano no quería empezar a irse por alguna razón y sus días de sol me torturaban... Tampoco quería irse de mi pecho una sensación de incertidumbre eterna, Carolina ya no me hablaba mucho y solo golpeaba cuando necesitaba algo puntual. Mis días se habian vuelto extrañamente muy poco útiles y habia comenzado a tocar mal... algo no era normal... el calor, la desesperación, la falta de otro sudor:

-Si, eso es...

De pronto pasó por mi cabeza cómo era de eso volver a enamorarse, de obligarse a hacerlo porque las cosas son como son y son insostenibles. Me dolía en el alma saber que no podría volver a tocar sus contornos, sus fuerzas contra mis dedos, sus vibraciones hasta el suelo. Hasta que me lleve a los labios otro amor... otro bolero en el que pensar, otra calma y esperanza por la que vivir:

-O no vivir.

Es tan difícil asumir errores, yo cargo una eterna cruz, la voy a cargar pa siempre a no ser que tenga por primera vez en la vida algo de respeto conmigo mismo, la voy a arrastrar hasta el día en que ya no pueda cantar mis blues. Si lo apurara sería aún más facil.

-Pero si eres un cobarde!

Cuando entré en mi habitación (otra vez) tenía tan poco por hacer y tanto que lamentar... canté una canción triste, me quería morir...


Santiago, Marzo de 1960.

lunes, 1 de marzo de 2010

Mi más triste consuelo


Las circunstancias y la noche me pesaban mucho sobre la espalda, todo se había conjugado para enviarme a la lanterna una vez más... mirar el cielo estrellado, tan horriblemente despejado me paralizó un instante.

-No hagas nada, ya no estoy aquí...

Recordé inevitablemente todos esos momentos donde las nubes protegieron nuestros sentimientos, cuando a veces le tomaba fuerte por la cintura y la besaba en medio de la calle para después decirle que la amaba, que no dejaría que nada nos separara.

-Lo dejó pue, amigo.

No podía creerlo... el peso de los recuerdos en la espalda, darme vuelta y verla cruzar la calle sin voltear, sin parpadear...

Lo único que me quedaba era pensar que aún me quería, que las circunstancias y las cegueras quisieron arrebatarnos los amores cual trabajador quita el escombro del derrumbe. Pensar en que aún podiamos salvar lo poco y nada que nos quedaba, por eso que en un momento sentimos con tanta fuerza, con tanta madurez, con tanta avidez, con tanta verdad... Ese va a ser mi más triste consuelo... al menos ella está bién...


Boté el cigarro al suelo y caminé , cuando llegué a mi casa ya no podía con el peso del amanecer de trasnochado güisqui barato ... sonó en el tocadiscos la Gymnopedia numero 1... me tendí en mi cama y lloré...

Santiago, verano (fatídico) de 1960.