sábado, 15 de mayo de 2010

Tristes lindas veladas...

Llovió un poco más ese día... Salí de mi casa con la clara intención de tener una velada bajo la lluvia. Había tanta soledad en estos días y este ápice de compañía no solo fué esperanzador sino que muy entristecedor.

No había nada más hermoso que disfrutar interminablemente de sus movimientos sutiles... ser agresivo hasta sus griterios. Reposar riendo entre las gotas de lluvia...

-Pura pena.

Hermosas veladas que esperaba que jamás terminaran, que espero que jamás terminen. Tristes consuelos que tienden a llenar las ausencias santiaguinas con risitas complices y vergüencitas sabrosas... triste fué cuando hubo que vestirse... decir adiós y espero volvamos a vernos... y lo espero, quizás Antonella jamás supo cuanto.

Caminé con la guitarra en mi mano un rato, mis botas acordonadas se metían petulantes en cualquier charco que se encontraran, la lluvia resbalando por mi chaqueta iba a dar al suelo junto con todas mis esperanzas... desbaratadas por las últimas palabras que mis oidos recuerdan...

Toqué y tuve un día de fiesta... las copas pasaban frente a mis ojos igual que las gotas de lluvia que antes vieron mis penas... como las penas que vieron pasar sus amores. Llegar tarde y con esa liviandad que el alcohol presupone frente a tus pesares...

Nunca pensé que disfrutar la vida fuera tan dificil... pero santos cielos que hermoso eso... debo admitirlo... encantan las tristes lindas veldas... asi puedo llegar a mi cama solitaria... y dormir.

Santiago lluvioso, Mayo de 1960.

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