sábado, 9 de noviembre de 2013

Fueron dos años

En los que luchó, deseó y amó... todo se vino abajo con tanta facilidad. Calle Nataniel era larga y larga caminando con la cabeza gacha por el peso del instrumento, subir las escaleras a la nueva y linda casa, abrir la puerta, poner el tocadiscos y morir sentado tomando de madrugada. Los antiguos fantasmas del techo anunciaron irse pero en el peor de los momentos alguien se los había traído de vuelta. Era tan fácil poder hacerlo bien, pero prefirió sumar una historia triste más que contar al repertorio, un blues más sin terminar que acaba por destruir cada noche. Él la había querido tanto, tal vez fue con ella con quién más cosas pensó, porque los errores eran parte del pasado y ahora todo estaría en orden a pesar de todo. ¿Ella no quiso acaso?, nunca podrá saberlo. Ahora como todos los veranos, como todas las vísperas de sus cumpleaños, como cada vez que tenía fe... le tocará aguantar la putrefacción de su energía, la poca vida que le había quedado en las sábanas y la eterna compañía del contrabajo que jamás dejó de tropezar. Ya otra vez a caminar por los adoquines de Franklin, al calor terrible del Santiago más ácido del mundo, a brindar con extraño, a llorar por los mismos dolores, a poner el tocadiscos a la vena sin nada más que el olor de la cama y el vino a medio tomar.

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