jueves, 8 de abril de 2010

Santiago Blues #5


Me asaltaron unos malandras ese día después del bar, conocí a un tal Victor Hugo Bogart, hijo de una familia inglesa que se empobreció, se nota la estampa elegante, sin exagerar, es como si se naciera con algo diferente.

Después de la paliza y la estocada en el costado no pude levantarme en muchos días, había poco dinero. Bogart era un hombre de muy buena fe y me vino a visitar un par de veces... se le respiraba pena pero tenía una inteligencia emocional muy poco usual en su cuerpo, habló de una tal Rosita... Que hombre más fuerte.

Antonella me enviaba recados que yo no respondía pero que día a día me iban consumiendo en mi habitación... ya no era la cama de bronce la fría ni mis sabanas las solitarias, era yo mismo quien habia perdido su existencia. Era como si desde fuera me robaran incesantemente la energía y ya no habia nada, nada de nada... no sabría explicarlo.

Leí mucho en ese solitario tiempo, a veces Carolina me llevaba algo de comida y gracias a un trámite empecé a vivir en la morada a cambio de clases de música al hijo del dueño, era un hombre de mucho dinero y llegamos a un buen acuerdo. El joven aprendía rapido y trataba yo de ser el mejor profesor... eso capto mi atención pero seguí metido en mi casa, sin hacer nada, a veces el muchacho me llevaba discos de jazz que le regalaba el señor Pérez Canto (su padre), los escuchaba unos días y se los devolvía.

Lo que suucedía ahora era muy extraño... sentía ganas de hacer cosas pero mi cuerpo no me lo permitía, dormía gran parte del día, comía muy poco y si comía más quedaba con mucha hambre, una sensación de insaciedad poco explicable, dormía mal y no tenía más relación que el joven, Carolina y el señor Bogart. Sentía que se me apagaba la vida pero no me dolía, osea, si me dolía pero ya no necesitaba sentirla encendida. Cada vez miraba más hacia dentro y me daba cuenta que no sabía que hacer:

-La imagino acostada con alguno de esos "dandys" de los bares.
-No te preocupes, mi querido nuevo amigo, no importa lo que haga.
-Pero importa lo que haga yo... y no puedo hacer nada.

Qué era, qué era... tenía que saberlo antes de que terminara de morirme, como si la soledad pudiera matar... nunca fuí muy sociable pero esto era diferente. Cuando era pequeño mi mamá me djio que el perro joven que teniamos se había muerto de pena, porque el perro viejo habia muerto un mes antes. ¿Buena explicación o simplemente otro triste consuelo para sustentar una existencia inocua? Solo el tiempo me lo dirá... por ahora, la soledad de mi habiatación repondería mis preguntas, me trajeron de regalo un disco de ahce como 4 o 5 años atrás, no habia llegado a chile pero Victor Hugo tenía muy buenos contactos, pongo el tocadiscos como la mayor parte del día... My funny Valentine (2) y ya me quedé otra vez sin aliento.

Santiago, Abril de 1960.

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