lunes, 22 de marzo de 2010

Despedidas




Es iluso pensar que las despedidas no pueden ser tristes... una trás otra se tornan más profundas y pesarosas a pesar de que las épocas de maduréz vallan aumentando, imagino yo, que por lo mismo... poruqe cuando se ama con maduréz se sufre con madurez. No se puede prolongar lo inevitable y es algo que he sabido desde siempre.

-Soy un terco.

Me acomodo el jopo, me marco las patillas con la navaja... una véz Antonella me dijo que el mundo me esperaba con el jopo hecho y botas lustradas, le hice caso y salí a caminar... no sucedió nada, como siempre... solo sentir la soledad bajo mis zapatos que extrañaban inconmesurablemente sus tacones. Así al final empezaron a transcurrir días... por suerte el otoño siempre lo tranquiliza un poco. Cuando uno se empieza a sentir desinteresado también es un buen momento. Espero que llegue pronto esa parte.

Al otro día después del insomio horrible de llantos y libros sobre la revolución rusa, salgo a caminar deneuvo por las calles... cada vez más llenas de Santiago, me vuelvo a pasear por lo lugares sangrados, solo, con las manos en los bolsillos la chaqueta (cuando se hace tarde aprieto la corta pluma)escucho jazz en mi mente y tarareo interminablemente Solar que por alguna extraña razón me provocaba en esos días (y desde que la escuché por primera vez) una angustia terrible... como de caminar solo borrando recuerdos. Para mi máxima tristeza la vida sigue... hay que huir, santiago es maravilloso si hay con quien recorrerlo... solo es maravilloso si tiene ganas de recorrerlo... yo ya ni siquiera tenía ganas de vivir...

Algo bueno tenía todo esto, estaba empezando el otoño... algo me depararía, bueno, malo, "as", "tonto", quién sabe... el año pasado ni sus dormires ni sus despertares me podian devolver la lucidez que venia perdiendo desde la adolescencia, hoy... además de eso, seguirá quitandomela, me senté en una banca fumar un cigarro, seguí tararenado Solar... me corrió una lagrima... no lo pude aguantar.

Santiago, Marzo de 1960.

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